sábado, 22 de octubre de 2016

Cuando nadie cambia el decorado (F. Fernán-Gómez)

Y veía las paredes del mismo color gris de siempre; y el sofá era azul como cuando ella se sentaba: y allí estaba, impasible, el muñeco que ella trajo. Y allí los libros fríos, estúpidos, que él leía antes de dormirse. Y bajo sus pies, la alfombra en la que ella se tumbaba dejando asomar entre la falda sus rodillas medio infantiles. Pedro se dejó caer sobre la alfombra y lloró porque ella ya no estaría nunca y porque serían infinitas las vueltas que tendría que dar el mundo hasta repetirla.

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