lunes, 24 de octubre de 2016

Segunda matrícula

Volvieron a él los ojos de ella
pero en otro rostro.

Volvían,
entre otras cosas,
las huellas al cielo,
el miedo en las manos,
el arte morderno.

Volvía la estúpida sensación
de que un segundo de tacto
estaba aprobado.

Ella volvía,
con otra forma,
pero con las mismas formas,
justo como creía
que no iba a volver.

Y al volver se dio cuenta
de que casi,
y sólo casi
había olvidado el olor
de la mecha encendida
y sentir el reflejo de esa luz
en sus ojos.

Casi no recordaba
la sensación de la sonrisa auténtica,
el cosquilleo en las tripas,
el temblor de tobillos.

El mismo lugar olía a distinto,
como a nuevo,
como a quedarse.

Fue como llamar al timbre
con miedo a manchar
con la tierra de las botas.

Y quiso tanto subir las persianas
y sentir el calor en su piel
que casi olvidó
que no le había invitado.

Quiso subir al tejado
y sólo se dejó caer.

sábado, 22 de octubre de 2016

Así que quieres ser escritor (Charles Bukowski)

Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.

A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu ente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.

Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.

Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.

Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.

A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.

A no ser que el sol dentro de ti
este quemando tu tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.

No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

Sigue

Lo primero que hiciste
fue besar las goteras de mis ojos,
pintar de luz
mis paredes grises,
subir las persianas
y traducir a mi idioma de minifaldas
tu viento de risas en primavera.

Luego te paseaste furtiva,
entre andamios que se caían por las resacas
y me ofreciste los buenos días
para el tiempo que me hiciera falta.

Toda la vida... te dije
y en lugar de asustarte
sonreíste
como si no te importara.

Desde entonces, en la cama
o fuera de ella, siempre la misma palabra:
sigue, sigue, sigue...

Cuando nadie cambia el decorado (F. Fernán-Gómez)

Y veía las paredes del mismo color gris de siempre; y el sofá era azul como cuando ella se sentaba: y allí estaba, impasible, el muñeco que ella trajo. Y allí los libros fríos, estúpidos, que él leía antes de dormirse. Y bajo sus pies, la alfombra en la que ella se tumbaba dejando asomar entre la falda sus rodillas medio infantiles. Pedro se dejó caer sobre la alfombra y lloró porque ella ya no estaría nunca y porque serían infinitas las vueltas que tendría que dar el mundo hasta repetirla.

No soy yo

No soy yo, somos todos los que ardemos con corazones en la boca, mordiendo sus tejidos hasta la sangre. Somos todos los que bailamos la melancolía y ascendemos la definitiva tristeza con la sonrisa pintada en los labios. No lo niegues, hay que decirlo, no soy sólo yo. Sería muy fácil desaparecer. Y estaría hundida dos metros bajo las pisadas de los hombres.